Una película nominada a cuatro premios Oscar, ‘Los niños están bien’, y la polémica nacional sobre si las parejas homosexuales pueden adoptar o no, ponen sobre el tapete el tema de las relaciones entre mujeres. Historias de parejas y familias cada vez menos atípicas.
En 2007, Profamilia y la Universidad Nacional realizaron una encuesta en Bogotá entre 1.270 homosexuales. De los múltiples resultados que produjo esta medición, hay uno bastante revelador (que, por cierto, en estos cuatro años pudo haber aumentado una o dos cifras): de cada 100 gays (hombres o mujeres), 11.5 eran padres de familia. La idea de que las lesbianas y los homosexuales, por regla, se quedaban sin reproducirse, está más que lejos de la realidad. Inseminación artificial, alquiler de vientres, adopción u encuentros heterosexuales…Las formas de reproducción de la comunidad gay son múltiples. El problema radica en hacerlas legítimas: muchas veces, legalmente sus hijos… no son sus hijos.
La teniente de la policía Sandra Mora Morales y Emilse, su pareja, se preparan científica y mentalmente desde hace un año y medio para tener un hijo. La idea es que Emilse sea inseminada; cuando el niño nazca llevará su apellido: Bohórquez. Sin embargo, ni el nombre ni el apellido ni la figura de la teniente legalmente tendrán validez alguna. Digámoslo así: sólo de puertas para adentro, el niño tendrá dos mamás. Afuera, en el mundo, será el hijo de una madre soltera.
Así le sucede a Sebastián. Su mamá biológica, Mariana Gómez, lleva doce años de relación con Sandra Masso, a quien él, quinceañero estudiante de colegio, define con toda la naturalidad como «mi otra mamá». Pero, por más de que ella dé la vida por él, trabaje pensando en el bienestar del muchacho y lo presente en la oficina y en su círculo social como su hijo, para el momento en el que se escribe este artículo no hay nada que hacer: según la ley, no es su hijo; para la ley, él y ella no tienen vínculo alguno. Es más, si Mariana llegara a faltar, Sebastián se convertiría legalmente en algo así como un huérfano, porque su padre biológico jamás respondió por él, y su segunda madre… bueno, no es aceptada como tal.
Sin embargo, muchos dicen que las cosas pueden estar cambiando. Dos mujeres paisas que se casaron en Alemania pusieron a la Corte Constitucional a discutir si en Colombia las parejas homosexuales pueden adoptar bebés o no. Una de las mujeres (no quisieron revelar sus nombres) tuvo una hija por inseminación artificial. Su pareja decidió, entonces, adoptar y reconocer a la niña como a su hija. Y ahí fue Troya, porque el ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) de plano se negó a emitir la autorización. La ley colombiana «en ningún momento reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo, ni autoriza las adopciones a las mismas (…) Este hecho no hace evidente, ni existe aún el reconocimiento a estas parejas para casarse o adoptar, puesto que hasta ahora se estima que éstas puedan conformar uniones ante notario, mas nunca una familia», fue la respuesta del Instituto. La pareja instauró una tutela y la Corte se puso a estudiar el asunto, lo que generó todo tipo de comentarios y, cómo no, un nuevo escándalo.
Germán Rincón Perfetti, abogado de la pareja, declaró que era común que las personas homosexuales que querían ser padres y madres, se hicieran pasar como solteras ante Bienestar Familiar ¿así tuvieran una relación estable¿ para que les dieran un hijo en adopción. Las leyes del país permiten que se entreguen niños a personas solas, pero hasta el momento no se sabe de ningún caso en el que se le haya entregado un hijo adoptivo a una pareja abiertamente gay. Entonces, es común que, a la hora de la visita de Bienestar Familiar, uno de los miembros de la pareja se desaparezca para que su compañero (a) pase por alguien soltero. En un país en el que no se les entregan niños a parejas homosexuales, ésa parece ser la única manera de adoptar que tienen gays y lesbianas. Pero, tras las declaraciones de Rincón, la procuraduría ¿cuya cabeza, Alejandro Ordóñez, ya se ha manifestado en contra de la adopción de niños por parte de personas del mismo sexo¿ le pidió al ICBF y a la Fiscalía que investigara «los supuestos casos de adopción irregular de infantes por parte de parejas homosexuales» que el abogado habría puesto en evidencia. Claro, en términos legales esas parejas habrían mentido.
Pero es que no es fácil para la comunidad gay tener un bebé. Porque ¿si bien son procedimientos privados y personales que no pasan por el filtro de la autorización legal (léase Bienestar Familiar)¿ la fertilización in vitro y la inseminación artificial son supremamente caras; y el alquiler de un vientre no es permitido en el país. De ahí que no sea raro que, cuando una pareja de lesbianas decide tener un hijo, le pida ‘el favor’ a un amigo: una noche hetero que se traduce en el anhelado bebé. Algo no muy distinto pasaría con algunas parejas de hombres homosexuales.
El destape
‘Salir del closet’ ante su familia no fue un problema para la teniente Mora. «Cuando les conté, me dijeron que ya lo presentían. Sin embargo a nivel institucional la cosa sí era muy compleja¿comenta¿. Yo tenía mis relaciones, pero no con nadie de la policía, sino con personas de afuera. Tampoco lo oculté nunca, en el ambiente se conocía. Pero está claro que cuando me sacaron, el transfondo fue mi orientación sexual». Se refiere, obviamente, a cuando fue retirada de la policía, hace casi once años, no por vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo, como se quería hacer ver, sino por el hecho de ser lesbiana. Ahora, después de una inmensa lucha legal, será reintegrada. «Estoy muy ansiosa, pero también muy alegre», dice mientras mira a su compañera. Llevan siete años juntas. Emilse, economista y manager de cantantes, cuenta: «Mi familia es muy conservadora.
Decepcionarlos era fatal para mí, porque yo siempre fui la hija perfecta. Aparentemente era feliz, pero por dentro sufría mucho. Un novio pidió mi mano y en el el momento en el que me solicitó ‘la pruebita de amor’ y me vi, además, como mujer casada, no aguanté más. Hablé con mis papás, les conté la verdad: me dijeron que mi felicidad y mi dignidad eran lo más importante… Ay, después respiré de verdad». De eso hace ya diez años.
A Sandra y a Emilce les gustaría no sólo ser madres con todos los derechos del hijo que van a tener, sino también, cómo no, casarse. Pero el matrimonio entre homosexuales aún no es legal en Colombia. La figura más cercana es la de pareja de hecho, que nació con la ley 54 de 1990, y que permite que dos personas que viven juntas compartan patrimonio y tengan acceso a seguridad social, pensional y de salud.
Mariana Gómez y Sandra Masso lo son. «Fuimos a una notaría y firmamos, como en un negocio ¿cuenta Sandra¿. Pero nos gustaría casarnos, no para que nos digan que somos una familia, porque ya lo somos, sino para no ser de segunda categoría, para ser como todos los colombianos».
Se conocieron en Manizales cuando Sebastián, el hijo de Mariana, tenía un año. Durante dos años fueron amigas. Después se establecieron como pareja. Ahora son dueñas de ‘El Estuche’, un bar de género en Chapinero. Habla Sebastián: «Toda la vida he crecido con ellas dos. No fue cuestión de que un día me dijeran que eran lesbianas y tenían una relación, porque desde pequeño he estado acostumbrado a verlas. No lo he contado en el colegio, creo que nadie lo sabe. A las reuniones de padres sólo va mi mamá-Mariana. Nunca he sido persona callejera, o de invitar gente a mi casa, o sea que mis amigos todavia no se han dado cuenta. Y es que quiero esperar, siento que aún no es el momento… Yo oigo que mis amigos tienen muchos problemas porque los papás pelean o porque el papá llegó borracho o le pegó a la mamá. Y quedo extrañado, porque en mi familia no pasan cosas tan graves. Mis compañeros cuentan cosas muy feas que los ponen muy mal, y yo… yo nunca he tenido una crisis por un problema familiar».
Dios, apellidos y otros misterios
Sandra Mora, Emilse Bohórquez, Mariana Gómez y Sandra Masso son creyentes. Le ruegan a Dios y le piden a la Virgen que interceda por ellas. ¿Contrasentido, ante una religión que ve como pecado a la homosexualidad, a la adopción de niños por parte de parejas gays y hasta a la inseminación artificial? «No ¿dice la teniente Mora¿. Cuando yo hice el proceso de reconocimiento de mi sexualidad, hablé con cuatro sacerdotes para encontrar una tranquilidad espiritual, y en ellos encontré palabras claras de lo que es estar en línea con Dios. Me dijeron: ‘Él no ve si eres o no eres, lo importante para él es que estés tranquila con él. Que te reconozcas y lleves una vida correcta por el camino del bien’. No todos los sectores de la Iglesia piensan igual».
Tiene razón: hace unos meses, el Padre Carlos Novoa, investigador de ética de la Universidad Javeriana, dio una entrevista para El Espectador. Allí dijo frases como: «[Hay] sectores minoritarios de la Iglesia o de la sociedad en general que manejan los debates de formas agresivas, y quiero subrayar que se separan de la postura formal que tiene la comunidad católica. El papa Juan Pablo II siempre dejó claro, y lo cito textualmente: ‘Las lesbianas y los homosexuales son hijos de Dios, sujetos de una radical dignidad e igualdad y por ningún motivo deben ser discriminados'»; «La iglesia está de acuerdo con los derechos sociales y patrimoniales de las parejas del mismo sexo».
¿Avances? Al parecer. Pero bueno, Roma no se hizo en un día.
Mientras tanto, la teniente Mora y Emilse sueñan con el futuro: un matrimonio legal y dos hijos, uno por inseminación y otro adoptado («de frente, como una pareja gay abierta»), y Mariana Gómez y Sandra Masso sonríen cuando Sebastián dice que el día en el que pueda ser legal el hecho de tener dos mamás, no sabrá qué apellido se pondrá primero y cuál después. «¿Primero Gómez o primero Masso?», dice el joven, y suelta una carcajada.
*Con la colaboración de Elizabeth Castillo, abogada y coordinadora del grupo de mamás lesbianas de Bogotá, y Mónica Roa, directora de programas de Women’s Link World Wide.