Migración y trabajo sexual*

Rocío Sánchez

Sine Plambech

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México DF, mayo 04 de 2015.

Ante los ojos de la autoridad, el trabajo sexual es un problema que requiere solución. En fechas recientes, los argumentos morales que rechazaban tal actividad se han sustituido por la preocupación por el tráfico y la explotación de las mujeres. Esta perspectiva ha endurecido las penas por ejercer o facilitar el comercio sexual, sin tomar en cuenta los matices que esta labor puede tener. Para intercambiar conocimientos sobre el fenómeno del trabajo sexual y sus aristas, se realizó el foro “Sexo, poder y dinero”, organizado por el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM.

Entre el panel de especialistas internacionales estuvo Sine Plambech, antropóloga social del Instituto Danés para Estudios Internacionales, quien ha analizado el flujo migratorio de mujeres desde países africanos como Nigeria hacia naciones de la Unión Europea. Dicho flujo tiene un estrecho vínculo con la pobreza y la realización de trabajo sexual como un medio y no como un fin en sí mismo.

En México y Centroamérica, la migración es un tema muy complejo. ¿Sucede lo mismo en la migración entre África y el continente europeo?

Hay muchas similitudes. Hay restricciones en la frontera entre Estados Unidos y México, así como entiendo que las hay en la frontera entre México y Centroamérica. Es la misma dinámica que hemos visto en la Unión Europea desde finales de los años noventa y durante los recientes años se ha intensificado: es difícil conseguir visas, hay mucho más control en las fronteras, así que es difícil cruzar. Y una de las consecuencias de esa restricción es lo que se ha llamado “la fortaleza europea”: viajar se vuelve muy peligroso para los migrantes, pero ellos siguen necesitando mantenerse de la migración, enviar dinero a su familia. Las mujeres con las que trabajé en Nigeria viajaron a Europa con el fin de enviar dinero a su familia en su país, así que seguirán queriendo entrar a Europa. Entonces lo que hemos visto, lo que sé por mis colegas que trabajan también aquí en México, es que el control de la frontera y la restricción migratoria no detienen la migración, sólo la hacen más peligrosa para los migrantes.

En el caso de las mujeres que yo seguí, eso significa que tienen que pedir prestado mucho dinero con el fin de pasar la frontera. Ellas tienen que ponerse en contacto con la industria criminal de la migración para que las provean de visas, pasaportes, o incluso el peligroso viaje a través del desierto del Sahara, después del que esperan en Libia o Marruecos por muchos meses y de ahí se embarcan hacia Europa en botes muy pequeños y peligrosos. Cuando llegan a Europa, tienen una deuda, tienen que pagar a sus madammes o sus “financiadores”, como ellas los llaman.

En mi trabajo me enfoco mucho en las formas en que la migración laboral contemporánea y los controles restrictivos de la migración producen víctimas de tráfico de personas. Tenemos que ver al nivel estructural a todas estas mujeres; ellas no dejan de migrar, sólo se acercan a la industria criminal de la migración y la única forma que tienen para pagar esas deudas es a través del trabajo sexual. Y en ese sentido, el trabajo sexual acaba por ser la solución al problema, más que el problema en sí mismo, si es que eso tiene sentido.

Podemos decir que esto se contrapone con las ideas estereotípicas del tráfico de personas: que son esclavas, que llegaron involuntariamente a Europa. No he conocido a ninguna mujer que no supiera que iba a vender sexo, ellas lo sabían, pero no necesariamente sabían lo difícil que es ese trabajo cuando estás en Europa, cuán difícil es cuando eres migrante indocumentada, cuánto deberás pagar por alojamiento, cuántas veces te detendrá la policía y te encarcelará por ser indocumentada. Hay muchas cosas que ellas realmente no saben, pero debido a que deben sostener a su familia, lo hacen de todas formas. Entonces aparece este complicado balance entre si el trabajo es voluntario o no lo es.

En México se produce una especie de crisis económica con la deportación, pues los migrantes van a Estados Unidos a trabajar. ¿Qué sucede en el caso que estudiaste?

Estas mujeres son el sostén de su familia desde Europa. Obviamente, cuando son deportadas, el flujo de dinero se detiene y súbitamente, de ser el sostén familiar –bajo circunstancias muy difíciles– pasan a ser una carga para la familia cuando regresan: de pronto todos tienen que mantenerlas, no tienen casa, no tienen comida ni un trabajo.

De esta forma puede decirse que el dinero que los migrantes envían a las comunidades locales en México y Latinoamérica cambia esas comunidades y puede cambiar la vida de las familias, y sucede lo mismo con el dinero que mandan las mujeres a Nigeria que puede usarse para inscribir a los niños en la escuela, para que los padres mayores vayan al hospital, pero por supuesto, se vuelve un problema económico cuando ese dinero ya no está disponible.

El segundo aspecto que surgió en mi investigación es que las deportaciones no evitan que las mujeres traten de llegar a Europa de nuevo, así que la deportación se convierte sólo en una estrategia de Estado para controlar la migración pero en los hechos no ayuda. Los migrantes, y esto lo he escuchado también de mis colegas que trabajan en esta región, necesitan mantener a su familia y por eso lo intentarán de nuevo. Así que por un tiempo limita las posibilidades de que una familia tenga dinero, pero al cabo de un tiempo, los migrantes intentarán regresar a Europa.

Decías que el trabajo sexual, entonces, no es un problema en sí mismo, sino una herramienta para sobrevivir. ¿Cómo ven esto las autoridades? ¿Es la migración el principal problema o lo es el trabajo sexual?

Es una combinación porque estas mujeres son ambas cosas: migrantes indocumentadas y vendedoras de sexo. Estos dos grupos, las migrantes indocumentadas y las mujeres que venden sexo son objetivos de las intervenciones estatales y puedes decir que cuando ambos se combinan, por ejemplo, mujeres africanas vendiendo sexo en Copenhague u otras ciudades europeas, se vuelven un objetivo primordial para muchos Estados de la Unión Europea donde hemos visto el desarrollo de políticas contra la trata. Pero lo que realmente pasa es que estas mujeres no pueden obtener una residencia permanente ni asilo o visas humanitarias por ser víctimas de tráfico, entonces siguen siendo enviadas de regreso a Nigeria.

Según tu perspectiva, los espacios de discusión como este foro ¿traen más preguntas o empiezan a vislumbrar algunas respuestas?

En algún punto, por supuesto, debemos mantener un diálogo con las migrantes mismas, las trabajadoras sexuales mismas, las organizaciones civiles y otros investigadores con el fin de ayudar a producir nuevas respuestas a los problemas que estamos viendo.

Creo que es una combinación. Primero debemos deconstruir o complejizar temas como los programas contra la trata que no parecen estar funcionando, y explorar dónde estaría el problema y a partir de ahí, tratar lentamente de aclararlo. Ayer tuvimos una maravillosa reunión con la organización Brigada Callejera y ellos ya tienen algunas soluciones muy buenas a algunos de sus problemas, así que incluir a las migrantes y trabajadoras sexuales en la perspectiva será un importante paso que dar para producir respuestas.

Y también, desafortunadamente las trabajadoras sexuales y migrantes no están incluidas en los programas que pretenden rescatarlas.

*Texto publicado en la edición número 225 del suplemento Letra S del periódico La Jornada

Consulte la edición completa en http://www.jornada.unam.mx/2015/04/09/ls-cara.html